Qué es el estilo de escritura y cómo forjarse uno
Más allá de una voz única y reconocible: una voz auténtica
¿Qué hace que mis textos se reconozcan como míos, incluso sin mi firma?
Esa es la pregunta que todo escritor debería hacerse alguna vez. Porque escribir, al fin y al cabo, no es difícil; lo difícil es sonar diferente, dejar una marca y construir una voz que sobreviva a la marea interminable de palabras que se publican cada día. El estilo es lo que convierte la corrección en belleza, la forma en emoción, la estructura en música. Es el sello que distingue a un autor entre miles, la vibración particular de su manera de mirar, de sentir, de decir.
Te doy la bienvenida a Desde el oficio, una sección en la que comparto reflexiones basadas en mi experiencia de más de una década como escritor. Este es un espacio pensado para hablar, con franqueza y sin adornos innecesarios, sobre lo que significa ser escritor en estos tiempos. Si aún no te has enterado de qué va todo esto, te invito a leer este artículo.
Qué es el estilo
Sabemos de forma intuitiva que el estilo de escritura es la forma en que un escritor convierte a sus pensamientos en lenguaje. Es un recurso valioso que permite llegar con claridad e intensidad a los lectores. Y, como es natural, hay tantos estilos como tantos escritores existen.
El estilo tiene que ver con la cadencia, porque puede percibirse en las palabras que eliges y, sobre todo, en cómo las organizas. Toda escritura tiene música inherente, y escribir con un estilo trabajado es una forma de tocarla, de darle vida. Las palabras sonarán de acuerdo a la huella que impregnas en ellas, al ritmo con que percibes la realidad y expresas tu mirada sobre el mundo.
Por supuesto, el estilo tiene múltiples componentes. Míralo como el resultado que da el sumar tu sensibilidad, tu experiencia, tus lecturas, tu vocabulario, el ritmo de tu escritura, tus obsesiones, los recursos literarios que usas, el tono, la atmósfera que impregna tus palabras, los temas recurrentes que abordas, la manera en que estructuras tu texto, etc.
Por eso es irrepetible. Si como ser humano tienes una huella dactilar que te hace único, tu estilo es lo que te hace único como escritor. Te vuelve inconfundible.
Y, para que no haya confusión: el estilo no es un disfraz ni un truco de orfebrería verbal. No consiste en escribir «bonito» ni en usar palabras rebuscadas para parecer profundo. Tampoco se trata de imitar la voz de aquellos escritores que admiras. El estilo se forja con la práctica, se descubre cuando dejas de buscar efectos y empiezas a escribir con autenticidad. Cuando tu voz, sin proponérselo, suena sólo a ti.
Y para eso hay que trabajar mucho.
Cómo se forma el estilo
Carlos Ruiz Zafón, en una entrevista1, contó que a los dieciséis años había escrito una novela de la cual se enamoró muchísimo y, cuando fue a presentarla a un editor —totalmente convencido de que se la iban a publicar—, este, al terminar de leerla, le aconsejó que esperara unos años más para publicar su libro y que, mientras tanto, siga escribiendo, que no tuviera prisa, que debía trabajar, aprender, y que ya habría otra oportunidad. Herido de orgullo, Zafón pensaba que dicho editor estaba cometiendo un error al dejar pasar la oportunidad de publicar su novela, porque era la mejor. «Lo último que quiere escuchar un escritor o un aspirante a escritor, es la verdad y los consejos bondadosos», reflexionó.
De esta anécdota se puede extraer varias lecciones, comenzando por tener cuidado con el ego2, ya que como escritores, debemos dejar a un lado el orgullo y no obsesionarnos con nuestra propia obra hasta el punto de pensar que todo lo que escribimos debe ser publicado de inmediato.
Lo otro que puedo rescatar es lo que dijo luego de contar la anécdota:
Antes de escribir una sola página que mereciera el tiempo y la atención de un lector, tenía que escribir cientos o miles de páginas que nunca leería nadie.
Carlos Ruiz Zafón
Sí, se trata de trabajar. Carlos Ruiz Zafón, después de eso, pasó quince años escribiendo, trabajando en su estilo, para recién publicar su primera novela. Por ello, si algo podría aconsejarte —como escritor que también está aprendiendo— es: no tengas prisa por publicar un libro. Dedícate a construir tu estilo. Forjarlo implica un trabajo constante que puede llevarte años, incluso. El tiempo te enseñará que el estilo es la consecuencia de un largo proceso de prueba, error y descubrimiento.
Un estilo sólido, más que de la intención de ser distinto, nace de la fidelidad a una voz propia que se forja con paciencia y constancia. Y se alimenta de tres pilares esenciales: lectura, práctica y autoconocimiento.
Leer con atención
Ya me has leído muchas veces mencionar la lectura como base para una buena escritura, y me disculpo por repetirme pero me parece que nunca es suficiente recalcarlo: el escritor que no lee se encierra en su propio mundo, y eso es una forma de limitarse, de dejar que la imaginación se estanque y el músculo de la escritura se oxide. Seguirá funcionando, sí, pero su función será mediocre. La lectura es el alimento del estilo, su fuente más rica. Cada autor que lees te enseña algo: un ritmo, una cadencia, una manera construir una frase. Con el tiempo, esos aprendizajes se asimilan, se transforman, se mezclan con tu experiencia hasta volverse irreconocibles. De cada lectura consciente nace una posibilidad nueva para forjar tu voz.
Escribir con constancia
El estilo no aparece en el primer texto, sino en el centésimo, como le sucedió a Zafón en el ejemplo más arriba. Sólo al escribir mucho —y al equivocarte más de lo que te gustaría— descubres qué recursos son tuyos, qué ritmos repites, qué imágenes te obsesionan sin que te des cuenta. La constancia revela patrones, y esos patrones, una vez reconocidos, pueden convertirse en tu sello. No, escribir con frecuencia no garantiza un buen estilo, pero es imposible hallarlo sin esa práctica diaria de enfrentarte a la página en blanco.
Escucharte sin complacencia
No hay peor enemigo del estilo que la autocomplacencia. Parte del oficio consiste en detectar cuándo estás siendo honesto y cuándo simplemente estás escribiendo lo que suena bien. Un escritor con estilo propio sabe cuándo una frase le pertenece y cuándo está fingiendo. Escucharte sin complacencia significa tener el valor de borrar lo que te halaga pero que no te representa.
No copies, emula
En su novela El laberinto de los espíritus —en la que, a mi juicio, explora con más hondura el oficio de escribir—, Zafón escribió, en la voz de uno de sus personajes:
No intente imitarme. Imitar a otro autor es una muleta. Sirve para aprender y para encontrar un registro propio, pero es cosa de principiantes.
En la construcción de tu estilo, es posible que intentes copiar o imitar a los escritores que admiras. No es algo de lo que debas avergonzarte, pero sí es algo de lo que debes estar consciente. Admirar a un escritor puede llevarnos a querer escribir como él, pero muchas veces, en lugar de intentar escribir como él, terminamos pretendiendo ser él. Y usamos sus palabras, sus metáforas, su perspectiva, hasta convertirmos en una copia suya. Eso es algo que debemos evitar a toda costa.
Una cosa es copiar y otra cosa es emular. Debes tener claras las diferencias.
Copiar
Copiar consiste en repetir lo que otro escritor ya hizo, sin transformación sustancial. Se toma el estilo, el tono, las imágenes, e incluso la estructura narrativa, de manera casi literal.
El texto resultante no aporta algo nuevo.
Tu voz queda anulada o escondida.
Es un acto más reproductivo que creativo.
Además de admiración, muchas veces recurrimos a eso por inseguridad o falta de herramientas propias.
Como Zafón señala en su novela, copiar puede ser útil sólo como ejercicio de aprendizaje técnico, pero nunca como producto final.
Emular
Emular es aprender de otro escritor para desarrollar tu propio estilo. No repites lo que él hace, sino que estudias el procedimiento, absorbes el espíritu o la intención, y luego reinterpretas desde tu punto de vista.
Analizas cómo el autor logra ciertos efectos.
Estudias qué cosas funcionan, qué cosas no, por qué.
Adaptas técnicas o sensibilidades a tu propio universo.
Emular implica asimilar y transformar, no repetir.
Míralo de esta forma:
Copiar es ponerse la ropa de otro. Emular es tejer tu propia ropa después de aprender a coser mirando la suya.
Si estás escribiendo y quieres saber si estás copiando o emulando, pregúntate esto:
¿Estoy tratando de sonar como ese escritor, o estoy tratando de decir algo mío usando herramientas que aprendí de él?
La respuesta te dirá de qué lado estás.
El estilo como camino
La búsqueda del estilo es un ejercicio inherente a la escritura misma: una constante búsqueda, un camino que no termina.
Con los años te darás cuenta de que, a lo largo de tu carrera, no vas a tener un solo estilo, sino que, conforme vas aprendiendo y experimentando, tu estilo puede variar.
Encontrar un estilo no quiere decir que vas a quedarte escribiendo de la misma forma toda tu vida. Tu estilo de escritura puede variar incluso cuando publicas libros, y tu trabajo como escritor que respeta el oficio será procurar que cada uno de los estilos que adoptes sean equivalentes en calidad o, cuanto mejor, uno mejor que el otro.
¿Complejo? ¿Difícil? Puede ser. Pero si tomas la escritura como oficio, sabrás que parte del trabajo consiste en procurar que la calidad de lo escrito no decrezca.
Cómo reconocer tu estilo
El estilo se revela el día en que, sin buscarlo, empiezas a notar un pulso común entre tus textos, una esencia que los atraviesa a todos. No importa si escribes poesía, narrativa o ensayo; algo en la forma de decir, en el ritmo, en la elección de las imágenes, te delata. Y ese algo es tu voz.
Reconoces tu estilo cuando descubres que todos tus textos, por distintos que sean, comparten una misma sensibilidad. Cuando dejas de preocuparte por escribir como alguien y te concentras en escribir desde ti.
Tu estilo aparece cuando logras transmitir emoción sin artificio, ritmo sin esfuerzo, belleza sin adorno. Cuando la técnica se vuelve invisible porque la emoción ha tomado el mando. Ahí es donde emerge el arte: en ese punto en que el lector ya no ve el trabajo detrás de las palabras, sino lo que esas palabras le hacen sentir.
Y una vez que lo reconoces, ya no puedes perderlo: se queda contigo como parte de tu personalidad literaria.
Cómo diferenciarte del resto
En este mundo caótico tan nuestro saturado de voces, donde cada quien intenta gritar cada vez más, diferenciarte implica escribir con autenticidad. La originalidad3 no surge de competir, sino de concentrarte en tu propio camino. Así que, eso: deja de competir. La comparación es el veneno del estilo: te distrae de tu propia voz y te condena a perseguir voces ajenas.
Sé fiel a lo que te obsesiona, aunque parezca pequeño o irrelevante. Todo gran estilo nace de una fijación: una imagen que no puedes soltar, una idea que siempre vuelve, una emoción que sale a flote en cada texto que escribes. Sin darte cuenta, es algo que repites por necesidad más que por costumbre, y eso define tu voz más que cualquier artificio técnico.
No temas al silencio. El estilo también se mide en lo que decides callar. Hay escritores que dicen mucho con pocas palabras, y otros que necesitan extenderse para lograr la misma intensidad. Ambos pueden ser auténticos si escuchan su propio ritmo.
Y hablando del ritmo, eso es algo que también debes cuidar mucho, porque es lo que sostiene al texto: las pausas, la cadencia, la «velocidad» con que avanzan las frases. El ritmo permite que tus palabras sean sentidas cuando alguien las lee.
Al final, la diferencia se construye desde dentro. Se trata de ser honesto con lo que eres cuando escribes. Eso es algo que, por inercia, te va a distinguir del resto.
Palabras finales
El estilo no se enseña, se descubre escribiendo. En su novela, Zafón señala: «escribir es un oficio que se aprende, pero que nadie puede enseñar». Así que no esperes que ningún manual, taller o consejo te otorguen lo que sólo el tiempo y la práctica te pueden revelar de tu propio arte. En otras palabras: escribe, y mucho.
Quise añadir más temas a este artículo, pero por extensión he preferido dejarlos para desarrollarlos con calma de forma individual, como el facilismo y el cómo leer como un escritor (un acto que va más allá de disfrutar de la lectura: pretende «destripar» el texto para estudiarlo a fondo).
Además de otros temas que tengo apuntados, estos los añado a la lista. Así que, si aún no te has suscrito, te dejo el botón para que los recibas cuando los publique. Recuerda: hay nuevo artículo cada miércoles.
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Con cariño:
Lee los artículos anteriores:
La cual puedes ver aquí.
Con respecto a la originalidad, hablo más y mejor en este artículo.








