No eres original, y no tienes por qué serlo
Una reflexión acerca de lo que significa escribir con originalidad
¡Hola! Te doy la bienvenida al segundo artículo de esta nueva sección del blog titulada Desde el oficio. Como no podía ser de otra forma, este artículo es especial, así que espero que te tomes un momento para leerlo con calma y atención porque estoy seguro de que puede serte de utilidad, aunque sea un poco. Sin más, comencemos…
Te doy la bienvenida a Desde el oficio, una sección en la que comparto reflexiones basadas en mi experiencia de más de una década como escritor. Este es un espacio pensado para hablar, con franqueza y sin adornos innecesarios, sobre lo que significa ser escritor en estos tiempos. Si aún no te has enterado de qué va todo esto, te invito a leer este artículo.
Una vez, hace mucho tiempo, escuché a alguien decir que él no leía ningún libro porque no quería que su escritura estuviera influenciada por otro escritor, ya que buscaba ser original al cien por ciento. En aquel momento yo habría tenido diecisiete años, quizá más, y me pareció algo razonable. El tiempo, obviamente, me hizo comprender la tremenda estupidez que había dicho. Y perdona por usar una palabra malsonante, pero vamos, estamos entre adultos.
Lo cierto es que no leer a nadie por buscar la originalidad no sólo es un alarde de egocentrismo e ignorancia, sino también un empeño de lo más trivial e inútil, porque la originalidad, a estas alturas, no existe.
O debería decir: no existe tal como la proyectamos.
Cuando pensamos en originalidad tendemos a imaginar ese ideal de crear algo único, partiendo desde cero, sin influencias de nadie. Pero nada más lejos de la realidad. Lo original no consiste en crear sin influencias, sino de usar las influencias adecuadas para crear una obra que tenga una propuesta novedosa, con una personalidad única, de tal forma que sea difícil —cuando no imposible— copiarla.
Porque más allá del encanto seductor que tiene la idea de que cada escritor es único, lo cierto es que todo lo que uno tiene para decir, ya se ha dicho antes. Con otras palabras, con otro tono y desde otras perspectivas, pero ya está dicho. No hay nada nuevo bajo el sol.
¿Qué aporta leer a otros escritores?
Leer a otros escritores te permite acceder a muchos mundos, y no me refiero sólo a los mundos que crean a partir de su fantasía, sino a los mundos como ideas. Leer ayuda a conocer la forma de pensar de esos escritores, su manera de abordar un tema, de desarrollarlo y, si prestas un poco más de atención, su forma de redactarlo.
Existen tantos estilos como escritores, y leer a los escritores adecuados te permitirá explorar temas sobre los que ni por asomo se te hubiera ocurrido escribir si no los hubieras leído nunca. Y aún más: te demostrarán que se puede redactar hermosos escritos a partir de cosas tan cotidianas como, por ejemplo, mirar por la ventana, viajar en tren, o caminar por la calle.
Muchas veces he leído textos que me maravillaron porque supieron explicar con precisión y elegancia una sensación que yo había experimentado y de la cual nunca se me habría ocurrido escribir porque pensaba que era un tema tan ordinario que era imposible convertirlo en literatura. Pero hay escritores que, sencillamente, te enseñan a encontrar belleza en todo lo que ves. Y a partir de ahí puede nacer en ti el deseo de hacer lo mismo, de escribir un texto que pueda transmitirle a alguien más lo que un texto ya te transmitió a ti.
Esa expectativa, a su vez, crea en ti una exigencia, la cual puede servirte como motivación para esforzarte en escribir algo hermoso. Porque sí, escribir requiere un esfuerzo que va más allá de teclear palabras. Y cuando logres crear algo deslumbrante, te darás cuenta también de que un buen texto puede partir de una idea que alguien más ya escribió.
Estamos hablando de una sola idea, de un solo texto. ¿Te imaginas la cantidad de ideas que tendrías si lees un libro entero? ¿O varios libros? ¿O a varios escritores? Es cierto que nuestra experiencia de vida, convertida en literatura, puede ser un gran aporte, pero eso no garantiza que lo que escribamos sea original. En mayor o menor medida, la vida se vuelve difícil para todos, al igual que interesante, aventurera, trágica o cómica. Como personas compartimos experiencias similares. Por ello, si queremos crear una obra escrita a partir de esas experiencias, habremos de añadirle algo: originalidad, la cual no consiste en hablar de lo que nadie ha hablado, sino en hacerlo de una forma única. Y para lograr eso, hay que leer y practicar mucho.
Piensa en tu escritura como un ser vivo: necesita alimentarse para crecer. Y aún mejor: necesita nutrientes para estar saludable (entendamos por saludable a la calidad de tu escritura).
Ahora, pregunto: Si crear algo original puede resultar complejo para alguien que ha leído muchos libros, ¿qué le queda a alguien que no ha leído ninguno?
Por eso resalto lo que ya señalé en el título de este post: no tienes que ser «original», en el sentido de escribir algo aislándote o protegiéndote de influencias externas. Lo que debes hacer, si quieres mejorar de verdad, es permitirte leer con mente abierta1, disfrutar de un buen libro, y escribir con las ideas que vas descubriendo, poniendo de tu parte: tu historia (sea real o inventada), tus palabras, tu perspectiva. En otras palabras, escribir usando tu propio estilo2. Eso es verdadera originalidad. Porque aunque todo esté dicho, nadie podrá decirlo como tú.
Lee, y mucho
Aquí no hay pretexto. Siempre hay tiempo para leer. Si de por sí te has tomado unos minutos del día para leer hasta llegar hasta aquí (lo que te agradezco, por cierto), puedes darte tiempo para leer unas cuantas páginas de un libro. Si puedes tirarte horas viendo TikTok o reels en Instagram, tienes tiempo para leer. Si eres capaz de terminarte una serie en un día, tienes tiempo para leer. Y así podría continuar...
Esto para mí es un no negociable. Porque ya no hablamos sólo de leer como hábito o como un simple pasatiempo. Si estás aquí es porque te importa mejorar tu escritura, y para escribir mejor, debes leer más pero, sobre todo, leer mejor3. Tomarte el tiempo. Recuerda que un buen escritor es un buen lector. E insisto: no es negociable. Este es un camino sin atajos.
Toma la lectura como parte de tu carrera. La literatura merece dedicación, espacio, tiempo, pasión y mucho respeto. Al final, si te pones a pensarlo bien, es cuestión de organizarse, de formar una disciplina. No soy el mejor escritor del mundo, pero si algo de valor has visto en lo que hago, debes saber que lo he aprendido leyendo y escribiendo. No hay más trucos ni secretos esenciales.
Consejos y ejercicios para trabajar tu originalidad
En la lectura:
La originalidad suele nacer de combinar influencias distintas. Si sólo lees novela, prueba con ensayo o poesía. Si lees siempre a autores contemporáneos, busca clásicos. Esa combinación inesperada es terreno fértil para encontrar tu voz.
En la escritura:
Toma un texto que te guste y reescribe una escena desde otro punto de vista. Ejemplo: cuenta la misma historia desde la mirada de un personaje secundario. Si te gusta leer poesía, escribe una carta como respuesta a un poema que has leído.
Haz un «ejercicio de imitación»: intenta escribir un párrafo en el estilo de un autor que respetes. Luego vuelve a escribirlo con tu propia voz. Esa comparación te ayudará a reconocer lo que ya es tuyo.
Reescribe algo que hayas vivido, pero cámbiale el contexto. Por ejemplo, traslada un recuerdo de tu infancia a un futuro distópico. Verás cómo la experiencia cotidiana se transforma en algo nuevo.
No tengas miedo de experimentar: usa palabras que antes no has usado, no cedas a la censura de tu propia mente. Envuélvete de cinismo, de prejuicios si quieres, de cursilería, de ridiculez. Todo aporta.
Describe tu propia vida pero en tercera persona, y añade ficción (la ficción es literatura, será tema para otro artículo). Si, por ejemplo, hoy te dedicas a la docencia, imagina cómo estuvieras ahora mismo de haberte dedicado a la música, o a la gastronomía, o al deporte.
Escribe un autorretrato introspectivo. Habla acerca de tus gustos, de tus miedos, de tus anhelos, de tu personalidad, de lo que odias, de lo que has logrado, de lo que has perdido. Aquí muéstrate con total honestidad, y sin miedo: nadie más que tú lo va a leer.
Parte de lo común, pero di algo tuyo. No necesitas crear un tema inédito; necesitas una mirada inédita. La originalidad no está en el tema, sino en la perspectiva. Diría Carlos Ruiz Zafón: más importante que tener una buena historia, es el modo de contarla. Y sí, aplica también para la poesía.
Escucha tu voz, no la de los demás. Leer a otros sirve para aprender recursos, pero al escribir, la voz debe sonar como tú. La autenticidad —no la novedad— es lo que el lector reconoce como original.
Reescribe hasta que el texto te suene honesto. Lo original no surge en la primera versión (así que ten paciencia), sino que aparece cuando eliminas las frases que podrían haber sido escritas por cualquiera.
Evita los clichés emocionales. Los lugares comunes matan la originalidad. No digas «sus ojos eran como estrellas»: busca la imagen que solo tú podrías haber escrito, porque nace de lo que tú has visto o sentido. Evitar los clichés se puede lograr si te sumerges al gran pozo de inspiración que es tu propia psique. Es parte de tu propio autodescubrimiento literario. Incluso tú podrías sorprenderte con todo lo que eres capaz de crear.
Crea conexiones inusuales. La originalidad muchas veces consiste en unir dos ideas aparentemente contradictorias o divergentes. Por ejemplo, piensa en el agua y el fuego. ¿Qué tienen en común? ¿Cómo usarías estos dos elementos para crear una alegoría o una metáfora?
Deja tu huella rítmica. La forma en que construyes frases, la música de tus palabras, puede ser tan distintiva como una firma. Ese ritmo es parte de tu originalidad.
Usa tus influencias como combustible, no como molde. Todo escritor proviene de otros, pero los mejores son capaces de transformar esa influencia para complementar su propia identidad literaria. No copies, emula. Hay una gran diferencia y es tu deber encontrarla.
La honestidad como una forma de originalidad
¿Alguna vez has leído un poema o un cuento de determinado escritor y has pensado, con asombro: «sólo él podría escribir algo así», o algo por el estilo? Eso es la originalidad, o una parte importante de ella. Lograr que un texto sea tan tuyo que resulte inconfundible para tus lectores.
Como te lo mencioné más arriba, la originalidad no consiste en crear algo que nadie haya dicho antes, sino en decirlo como nadie más podría. Todo tema —el amor, la pérdida, la memoria, la infancia— ya ha sido escrito miles de veces, pero ninguno ha sido escrito por ti. Esa es tu ventaja.
Un texto se vuelve original cuando está impregnado de tu mirada de autor4, de tus experiencias, de tu forma de ver el mundo. Escribir con originalidad es atreverse a ser honesto: dejar de repetir frases que suenan bien y empezar a escribir las que suenan verdaderas.
Para lograrlo, no necesitas descubrir territorios nuevos, sino mirar de forma distinta los que ya existen. Observa lo cotidiano con atención: a veces la originalidad está en la forma en que describes algo tan simple como una taza de café o una sombra en la pared.
Ahora debo decirte algo importante: cuando hablo acerca de ser honesto a la hora de escribir no me refiero a que debas decir la verdad en todo momento, sino a que debes aprender a reconocer cuándo un texto está cumpliendo con tus expectativas y, sobre todo, cuándo estás usando verdaderamente tu voz, tus palabras, tu estilo. Para esto, debes reescribir hasta que el texto te suene propio. Si una frase podría haber sido escrita por cualquiera, bórrala. La originalidad surge cuando tu voz se impone sobre las voces que te influyen. Y esa voz se entrena: leyendo, escuchando, reescribiendo, viviendo.
Todo esto, también, conforma una parte importante de tu estilo de escritura. Tener un estilo propio de escritura es ser original, como esa huella dactilar que nadie puede copiar. Por eso es importante construir un estilo propio, para poder diferenciarte de otros escritores y, aún mejor, resaltar. ¿Es fácil? Por supuesto que no. Tampoco es algo que se logra de la noche a la mañana, pero sí es algo que se puede forjar, y que deberías. Así como la lectura, el estilo es un no negociable: lo debes tener sí o sí.
Breve cuestionario: ¿Tu texto tiene una voz propia?
Estas son cinco preguntas que te servirán para orientarte antes de darlo por terminado:
¿Este texto suena a mí o podría haberlo escrito cualquiera?
Si no sientes que lleva algo de tu manera de mirar el mundo, todavía hay trabajo por hacer.¿Hay al menos una imagen, una frase o un giro que sólo yo hubiera podido escribir así?
Esa línea donde tu estilo se asoma es el corazón del texto: protégela y poténciala.¿Estoy diciendo algo que creo de verdad, o algo que suena bien?
La honestidad es la base de la originalidad. Si lo escribiste sólo para impresionar, se notará. E insisto, no se trata de decir la verdad, sino de escribir lo que, de corazón, deseas transmitir, sin imposiciones ni censuras ajenas. Tu verdad, tu visión, tu mundo, tu universo.¿Puedo leer este texto en voz alta sin sentir que estoy imitando a otro escritor?
Si al leerlo escuchas que se filtran voces ajenas, es momento de depurarlo hasta que sólo quede tu voz.¿He reescrito lo suficiente para encontrar mi tono?
A veces la primera versión pertenece a tus influencias; la segunda (o la tercera, o la cuarta), a ti.
Palabras finales
A modo de conclusión tengo que contradecir de nuevo el título de este artículo:
Sí debes ser original, en el sentido de escribir con tu propia verdad y estilo, no en el sentido de escribir algo cien por ciento nuevo.
Escribir hasta alcanzar la originalidad es algo que toma su merecido esfuerzo. Pero si amas escribir, ¿qué podría ser mejor? Después de todo, ahora tienes una razón más para seguir escribiendo, creando. Y si te resulta difícil, ahora sí debo dejarte una frase cliché pero totalmente cierta: nada que valga la pena es fácil.
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En los próximos artículos hablaré acerca de otros temas interesantes. Te dejo los títulos para que te hagas una idea:
Escribes para que te lean, y no hay nada de malo en ello
Publicar un libro no te hace escritor
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¡Nos leemos!
Con cariño:
Por si te lo perdiste:
Conoce «Desde el oficio»:
Cuando hablo de leer con mente abierta no me refiero a que tengas que aceptar de buenas a primeras lo que un escritor plantea. Puede que, por distintas razones, no estés de acuerdo con un escritor, pero siempre puedes aprender de él, sea quien sea, sea lo que fuere que escriba. Su estilo, sus palabras, el ritmo de sus expresiones. Algo siempre puede aportarte. Leer con mente abierta es proponerse a disfrutar de la lectura. Si es ficción: para dejarte llevar por la historia. Si es ensayo: para conocer puntos de vista con los que puedes concordar o con los que puedes discrepar. Hay que leer con criterio, sí, pero nunca tomarse nada personal.
El tema del estilo es uno de los que me gustaría hablar con más profundidad en un artículo independiente, pero en esencia se trata de un conjunto de conocimientos y recursos de los que uno puede valerse para escribir. Implica también una buena dosis de ingenio: saber usar los recursos, colocarse reglas para transgredirlas, y otras licencias. Todos tenemos un estilo de escritura: hay que saber construirlo. Te daré más detalles en el artículo que estoy preparando al respecto.
Esto lo digo porque está muy de moda, sobre todo en espacios como booktok, ponerse metas de cierta cantidad de libros para leer al año, o leer el libro en tendencia. Hay gente que lee como veinte libros al mes. Y aunque la lectura es algo que respeto, no puedo, sinceramente, entender cómo esas lecturas no se reflejan en la forma de escribir. Por ejemplo, ¿cómo es posible que con tantos libros leídos muchos sigan teniendo faltas ortográficas o un léxico tan pobre? Y esa es una cuestión de muchas. Por eso, la cantidad no siempre es garantía de calidad. Tal vez sea cuestión del tipo de libros que se lee (que también, hay que saber diferenciar los libros comerciales y los que son literatura de verdad). Pero a lo que voy: la lectura no debería ser performativa. Que tu objetivo al leer no sea cumplir una meta, tomar fotos o anunciarlo por redes. Hay que leer para nutrirnos intelectualmente. Nadie debería seguir siendo el mismo después de un buen libro. Nuevamente, este es un tema que ampliaré en otro artículo.
La mirada del autor es un tema que ya toco de forma más detallada en este artículo. Con esto sabrás que todos los artículos de esta sección están conectados y son interdependientes, por eso siempre voy a recomendar leerlos todos.
Muchas gracias por el artículo 👏🏻✨️