¡Buenas, lectores!
Como cada miércoles, hoy comparto con ustedes un poema leído. Esta vez, toca uno que está incluido en mi libro «El Rostro del Invierno». Espero que les guste.
Para no perder la costumbre, les dejo la transcripción:
Nunca supe su nombre y nunca sabré cómo acaricia, ni cómo mira después de un beso, ni si cierra los ojos al besar, ni si cancela los vuelos tras un abrazo. Nunca sabré de las canciones que se inventa, ni de los poemas que ha leído, tal vez de poetas con más talento, tal vez de escritores con menos ego. Nunca sabré de su comida favorita, ni si creía en Dios o si pensaba que esta vida era todo cuanto teníamos.
Nunca sabré si acaso había futuro, si sus miradas de reojo fueron por curiosidad, por desidia o simple lástima. Nunca sabré si quiso conocerme, si acaso le habló de mí a sus amigas, si posiblemente hay algo que le ayuda a recordarme.
Pero sí sé que ignora que se convirtió en musa furtiva, y que siempre tuve miedo de tocarla incluso con palabras, porque me parecía tan bella como inalcanzable, tan hermosa como imposible, tan lejana como deseable. Sí sé que la encontré en sueños, porque pude reconocerla, no tanto por sus ojos tan bonitos, sino por esa sensación de estar volando cada vez que la tenía cerca.
Sí sé que dejó su esencia impregnada en mi vida, que se quedó atrapada entre palabras, que nunca supo del alcance de sus piernas, pues por cada paso que daba hacia adelante, yo retrocedía toda una vida porque con sólo verla deseaba vivir desde cero. Sí sé que quise conocer todo nuevamente, como quien descubre el mundo de a poco, como quien entiende la existencia a una escala más grande que el universo.
Sí sé que me sentí invencible en mi propio mundo, en ese mundo donde no existen los sueños perdidos, donde las musas son reales, donde pude tenerla tan cerca que me aprendí su nombre de memoria, y lo eternicé antes de despertar y descubrir que la había perdido de manera irremediable.
Porque ahora no está y soy incapaz de encontrarla. Busco su nombre y ninguna calle me lo dice, ninguna canción me la devuelve, sólo los poemas me permiten sentirla un poco más cerca, como si acaso una mujer como ella pudiese ser contenida en unas cuantas palabras. Ella se las merecía todas, todas las que nunca fui capaz de escribir...
Y una fotografía del final del texto, para variar:
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¡Saludos!
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