Sobre leer sin prisa y escribir con oficio
Una reflexión acerca de lo que «Hache de Silencio» significa en mi vida
Debo admitir que, cuando creé mi cuenta en Substack, no sabía muy bien qué publicar aquí. Venía cansado de los blogs, del coste que tiene el poder diseñarlos para que la lectura sea agradable, sin anuncios molestos ni barras que puedan entorpecer la lectura. Sin embargo, conforme pasó el tiempo, vi las funcionalidades útiles que esta plataforma ofrecía, y me quedé, adoptando la determinación de tener un espacio en el que compartir mis escritos y, al mismo tiempo, un refugio en el que resguardarme de las leyes de los algoritmos imperantes en las redes sociales.
Harto como estaba del scroll infinito (que lo diga resulta una ironía, siendo que ahora me dedico a scrollear en Substack), de las frases vacías, de los artistas que, para mantenerse vigentes, se ven obligados a reducir su valioso trabajo a piezas de contenido descartables, opté por un lugar en el que sentir nuevamente esa brisa fresca que no le exige prisa a la creación, sólo sinceridad.
No voy a endiosar mi experiencia en Substack, porque cada vez se aleja más de ser una red social única para convertirse en una más de tantas, pero lo cierto es que todavía mantiene su esencia de remanente virtual, y sigue siendo cómodo pasar horas leyendo en este espacio.
Hache de silencio —inicialmente Soledad urbana— nació persiguiendo esa premisa: la de publicar mis textos inéditos conforme los fuera escribiendo, tomándome el tiempo necesario para pulirlos, entregando de ese modo un trabajo atemporal, no escrito para el consumo inmediato ni con pretensiones de viralidad. Todos los textos inéditos que publico aquí pueden ser leídos en cualquier fecha y lugar, y han nacido con intención literaria.
Por eso mismo, si escribo un texto hoy, dicho texto puede ver la luz recién uno o dos meses después de esta fecha. Porque durante ese tiempo puedo revisarlo con calma, leerlo y releerlo las veces necesarias para editarlo como se debe y recién poder compartirlo. Sabiendo esto, es normal suponer que el texto inédito que compartí el domingo pasado lo haya escrito en agosto, probablemente. Y por suerte cuento con varios textos inéditos que esperan su turno de ser publicados y con los que puedo cubrir las publicaciones semanales de cada domingo, para seguir escribiendo tal como me gusta: sin prisa, con intención, con profundidad, con oficio.
Aunque probablemente no sea así, me hace mucha ilusión la idea de que algún lector espere con ansias en su bandeja de entrada un texto mío. Que cuente los días para que llegue el domingo —o el viernes, en caso de leer mi novela—, porque sabe que ese día habrá un nuevo texto de Heber. Esa es la ilusión que tenía yo cuando esperaba textos nuevos de mis escritores favoritos, a los cuales, si bien leo poco ahora, siempre vuelvo para releerlos. Para esos lectores es que sigo escribiendo. Para quienes se interesan por mis textos de forma genuina, porque saben que aquí hay espacio para la lectura sin el ruido de los algoritmos. Me gusta imaginar a esos mismos lectores disfrutando de una buena taza de café mientras navegan por mis palabras, con música de fondo y, tal vez, una ventana cercana tras la cual se puede observar el paisaje urbano, o una bonita calle rústica.
Llevo más de dos años con este proyecto y sigo enamorado de lo que voy creando. Esta newsletter —que me gusta llamar blog— se ve cada vez más nutrida con los textos variados que publico, sobre todo desde que decidí mostrar aquí también mi faceta narrativa, compartiendo mis novelas y piezas del lore. El Heber poeta y el Heber narrador están aquí, compartiendo mesa y escritorio, charlando acerca de la vida, de los futuros proyectos. El poeta le dice al narrador que ya era hora de que saliera de las sombras; el narrador responde que sólo estaba esperando el momento oportuno.
Cuando inicié, allá por mayo del 2023, publicaba de forma quincenal. Luego, desafiando mis propios límites, comencé a publicar semanalmente, y ahora publico más de una vez a la semana. Soy consciente de que esta prolificidad es algo que no experimento desde mis mejores tiempos (años 2014, 2015). Y precisamente por eso es que estoy aprovechando para escribir todo lo que pueda: en mi diario, en este blog, en Sexta Fórmula, e incluso en mi página de Patreon, donde pronto haré públicos los artículos que he escrito para todos los suscriptores (hablo mejor al respecto aquí).
A diferencia de los blogs que he tenido en otras plataformas, en Substack he encontrado algo más: una red social integrada que permite que mis textos lleguen a más personas. Y he podido ser encontrado por muchas de ellas. Así que a quienes se han suscrito desde Substack: gracias también. En este blog siempre habrá espacio para quien realmente quiera quedarse.
Si hay algo que valoro es precisamente el tiempo. Quiero pensar que aquellas personas que apuestan por la lectura lenta, sin prisa, lo hacen precisamente porque valoran su tiempo y quieren enriquecerlo. Nadie dedicaría minutos a leer algo que no le interesa. Por eso, una de las cosas que tengo en cuenta al escribir es el poder corresponder de la mejor manera dicho tiempo. Alguien que me lee, está entregándome algo que no va a recuperar en su vida. Y creo que es justo entregar a cambio lo mejor que puedo hacer con la mía: textos escritos con cariño y alma, que se dejen leer sin dificultad y a los que se desee regresar siempre. Y aunque no soy el mejor escritor del mundo, algo me dice que no lo estoy haciendo tan mal después de todo.
No sé lo que me depara el futuro. Me da curiosidad por saber qué forma tomará Hache de silencio mañana: si implementaré nuevas secciones, si retomaré el pódcast, si escribiré nuevas colaboraciones. Esta newsletter comenzó siendo mi espacio para textos inéditos y ahora, además de eso, es un lugar en el que comparto mi producción narrativa también. ¿Seguiré aquí en un futuro? ¿Me mudaré de nuevo a otra plataforma? Si es así, espero que no pronto. Aunque mi vida está plagada de cambios, quiero pensar que Substack es una etapa que durará todavía un poco más.
Escribo estas palabras con gratitud. Me da gusto que sigamos haciéndonos compañía desde ambos lados de la pantalla, lectores. Y espero, de corazón, que las buenas letras nunca nos dejen de unir.
Con cariño: