¡Hola de nuevo! Gracias por abrir este mensaje.
Hoy continúo con la respuesta a segunda pregunta de la serie de quince preguntas introspectivas que mencioné en una carta anterior. Este ejercicio me ayuda a reflexionar y a conectar con mi lado más personal y humano. Está siendo una experiencia de lo más particular porque escribir estas respuestas implica salir de mi zona de confort, mostrar ese lado más vulnerable de mí como persona. Y lo hago con la confianza de que sabrás recibir estas palabras con el respeto, valor y discreción que merecen. Desde ya, te doy muchas gracias por estar aquí, en una carta más.
¿Hay algo que no estés haciendo por miedo al fracaso?
Muchas cosas. Este año me aventuré a crear un pódcast, superando mi miedo al ridículo, aunque fue más bien un modo de enfrentarme a mi autodesprecio crónico. Nunca me ha gustado escuchar mi voz grabada, por ejemplo. Pero durante las noches que pasé editando cada episodio del pódcast, incluso, comencé a caerme bien.
Pero, sin duda, sigue habiendo muchas cosas que no hago, porque sigue habiendo muchos miedos que no he superado. Aún no me atrevo a hacer otra presentación de un libro mío, por ejemplo. Haber organizado el primer evento me dejó con mucho cansancio. Es estresante, la verdad (o lo habrá sido por mi falta de experiencia). Y aunque, tal como lo digo en este artículo, el resultado fue satisfactorio, hoy lo pienso dos veces antes de embarcarme en un proyecto similar.
Tal vez parezca tonto, pero también quiero hacer transmisiones en TikTok, crear una comunidad ahí, publicar vídeos, ofrecer una visión más cercana a mí como artista luego de años dándole protagonismo a mi trabajo; quisiera involucrarme en los proyectos de otros escritores, hacer alguna colaboración. En todas estas ideas hay un miedo en común: la indiferencia. Que la gente me ignore, que no le interese conocerme. Que los vídeos que publique tengan pocas visualizaciones, o ninguna. Que nadie vaya a mis presentaciones, que no compren mis libros, que nadie vea mis transmisiones por no ceder a hacer ridiculeces para captar la atención.
Por supuesto que, aun con todos estos miedos que tengo, debería hacerlo, atreverme. Sin expectativas, pero con la curiosidad saciada, por no quedarme con el «qué hubiera pasado si». Hay una frase que me gusta mucho y que ha guiado cada uno de los emprendimientos que he llevado a cabo:
Un barco está más seguro en el puerto, pero no es para eso que se construyeron los barcos.
John A. Shedd
Qué gran reto ese de embarcarse mar adentro. Nadie te garantiza el éxito, pero la aventura tampoco te la pueden quitar. Y creo que de eso se trata, de aventurarse aunque haya razones de sobra para no hacerlo. Aún soy reacio a mostrarme frente a la cámara, exponerme. Temo dar una imagen falsa o, peor, que la real no le guste a nadie. Esa es una de las razones por las que soy escritor: escribo mejor de lo que hablo; me relaciono mejor por internet que en la vida real.
Aparte de los miedos, también me frena el hecho de ser muy, digamos, metódico. Las transmisiones las quiero hacer con una buena iluminación, pero también con un buen fondo. Pienso en un librero y por eso también espero mudarme a un lugar más amplio, para comprar un librero sin preocuparme por el espacio.
En cuanto a los vídeos, pasa algo similar. Quisiera que estén bien editados, y como no sé editar, tampoco me atrevo a aprender. Es como si, además de tener que esperar el momento perfecto para actuar, también estuviera esperando tener las cosas perfectas, o que todo salga perfecto al primer intento.
Mis expectativas son muy altas cuando se trata de mi propio trabajo, como si una voz me dijera constantemente: «Eres Heber, no puedes publicar cualquier cosa». Y eso hace que me aleje, por ejemplo, de la espontaneidad, de lo real, de lo humano.
Ahora puedo comprender mejor, también, por qué en redes sociales doy la impresión de ser alguien lejano, como indiferente, o incluso inalcanzable. Eso, al menos, es lo que suele decirme quien se sorprende cuando, por ejemplo, le respondo el mensaje que me envía. Por supuesto, más sorprendido resulto yo al saber que mi timidez, fruto de mis miedos, es confundida con arrogancia o altanería. Me gustaría que la gente supiera que no soy creído, simplemente temo mostrarme tal cual soy por si no resulto ser como los demás esperan que sea, o como yo pienso que los demás esperan que sea, mejor dicho…
Con esto, es sencillo concluir que me frenan mis propios pensamientos, que soy mi más grande obstáculo.
Hace unos años, uno de mis mejores amigos me dijo algo que hoy parece obvio pero en su momento fue una revelación para mí: hay que hacer las cosas sin pensar tanto. Yo tenía trece o catorce años, y me embargaba un tema que sigue siendo presente en mi vida: mi poca capacidad para socializar. Siempre he sido de pocos amigos, y quería conocer más personas, caerle bien a alguien, que quisieran conocerme, armar planes juntos, compartir intereses. Yo solía quedarme viendo cómo para él resultaba relativamente fácil hacer amigos: hablaba con todos, se reía con todos, todos lo conocían y parecía caer bien. Es una habilidad suya que no ha perdido: lugar al que va, lugar en el que se vuelve popular. Con los años, mi caso tampoco ha cambiado. En las redes sociales soy leído; en la vida real casi nadie me conoce. No es algo que me afecte ahora, pero soy consciente de que, si nadie sabe de mi existencia en mi propia ciudad, no podría dedicarme a mi oficio tanto como me gustaría. Debo ejercitar esas habilidades sociales que tanta falta me hacen.
Sé que llegará el día en que mis miedos de ahora los voy a percibir lejanos, porque los habré, por fin, superado. Y sé también que debo trabajar para que eso ocurra. Por eso estoy dando el paso más importante: atreverme, sin pensar tanto, sin esperar tanto. Estoy tratando de involucrarme en proyectos literarios de mi ciudad para dar a conocer mi trabajo, expandiendo mis conexiones aquí, que es donde más me hacen falta.
A lo mejor en los próximos días me atreva a lo que parece más fácil: hacer transmisiones en TikTok, o Instagram. ¿De qué voy a hablar? ¿Qué voy a presentar? No lo sé. Pero como me dijo mi amigo alguna vez: no debo darle tantas vueltas, sólo hacerlo. Hay ocasiones en las que no estar preparado para algo es la única manera de asegurarse de que ese algo salga bien. ¿Ironía? No, simplemente la vida.
Confío en escribir próximamente sobre mis avances venciendo mis miedos.
Como siempre: gracias por leerme.