Carta 10. Esto es lo que me gustaría recordar a mis ochenta y cinco años
La primera pregunta que responderé
El otro día encontré un reel en Instagram que me llamó mucho la atención. Trata sobre una lista de preguntas hechas especialmente para ser respondidas en una libreta de notas para incentivar la escritura a mano. Las preguntas son personales, como para ponerse a cavilar durante un largo rato. De hecho, el que hizo el vídeo, dijo que el primer paso para responder cada pregunta es quedarse sentado mirando a la pared fijamente durante una hora, sin interrupciones. Obviamente, ese será un paso que me voy a saltar.
El interés se acentuó cuando vi a alguien vendiendo unas libretas de hojas negras y tapa dura con unas portadas que, para ser sincero, me gustaron mucho, así que las pedí. Pensé que responder dichas preguntas sería una buena ocasión para estrenar las libretas y, de paso, para hacer un ejercicio introspectivo, de esos que tanto me gusta hacer.
Son quince preguntas, por lo que tendré, al menos, quince razones para publicar en las próximas semanas.
Hoy comienzo con la primera de ellas:
Si tuvieras ochenta y cinco años ahora mismo y miraras lo que has vivido, ¿qué es lo que te gustaría ver?
Esta pregunta me ha hecho proyectarme. Básicamente porque, más que sugerir recordar las cosas que hice, me hace pensar en todas las cosas que me falta hacer entre la edad que tengo ahora (veintisiete años) y los dichosos ochenta y cinco que —quién sabe— voy a cumplir.
Lo cierto es que me gustaría recordar que pude cumplir mis objetivos: publicar los libros que tengo pendientes, escribir todas las novelas que planeo, haber consolidado una marca editorial que me permita vivir de mi trabajo como editor también. Ver a Sexta Fórmula ya no sólo como una editorial virtual, sino con oficina física incluida. Que para entonces ya hayamos superado con creces el par de decenas de miles de libros publicados. Que hayamos abierto sedes en toda Latinoamérica, España y Estados Unidos. Y que haya escritores que la vean como referencia y aspiren a firmar contrato con nosotros.
Con respecto a mi carrera, me veo firmando libros en distintas presentaciones de todos los países en los que tanto deseé estar. Yendo a feria tras feria. Ofreciendo entrevistas tras entrevistas, para medios escritos y televisivos. Me gustaría recordar el momento en que perdí la cuenta de todas las veces que vi mi nombre en las portadas de periódicos y revistas con titulares aludiendo a mi trabajo y mi oficio. Que me haya habituado a ser abordado para un saludo o una foto cada vez que salgo a la calle —algo a lo que seguramente me habrá costado acostumbrarme—. Quisiera recordar el día en que, por fin, luego de varios años de trabajo, pude ponerle punto final a la saga más importante que escribí y sentir que todo mi esfuerzo valió la pena.
Por supuesto que estos buenos recuerdos no serían nada sin un contraste que los dote de cierta solidez. Me gustaría también recordar los sinsabores: todas las relaciones fallidas que tuve por estar con mujeres que nunca vieron con buenos ojos mi falta de tiempo por estar tan concentrado en mi carrera y mi trabajo. Los amigos a los que veré cada vez menos por las mismas razones. Algún pleito legal con otros autores. Lectores decepcionados porque esperaban más de mí en mi último libro, o enojados porque me estoy tardando demasiado en culminar con la siguiente entrega de una saga. Cancelaciones de última hora de eventos importantes a los que me hacía tanta ilusión asistir. Las veces que me pregunté si estaba viviendo la vida que deseaba vivir, a pesar de todas las razones que tenía para no dudar. Pero sé que estará ahí, permanente: la duda, la eterna duda…
A los ochenta y cinco años, sentado sobre un sillón, observando a través del ventanal de mi estudio el jardín interior de mi casa, rodeado de libros, quizá con una copa en la mano (¿me habré habituado a consumir alcohol para entonces?), sonreiré a la salud de aquellos recuerdos cargados de ironía. Porque estoy seguro de que, aunque ahora me queje tanto de la vida y haya dicho más de una vez que quiero morirme, a esa edad sentiré que nunca tendré tiempo suficiente para todo lo que todavía quiero hacer.
Pero también pienso en si llegaré a esa edad. Al margen de si decido tener buenos hábitos, comer saludable y todas esas cosas, siempre habrá circunstancias ajenas a mi control que serán más determinantes que mi voluntad: un accidente, una enfermedad terminal, quizá un homicidio…
Y si llega a ser verdad que algún día recordaré todo lo que he descrito, creo que para que eso ocurra yo debería, ahora, llevar a cabo ciertas acciones para cumplir con dichos objetivos. Por ejemplo, las novelas que firmaré todavía no las he escrito. Los libros que planeo publicar para estos próximos años siguen formando parte de mi imaginación solamente. Y en mis doce años de carrera literaria sólo una vez he hecho una presentación pública de un libro mío.
Como dije al inicio, más importante que llegar a una edad para recordar, es construir los recuerdos desde ya. Así que tendré que llevar a cabo acciones concretas: socializar, sumergirme en el mundillo literario local, asistir a eventos de otros, hacer acto de presencia hasta que mi nombre y mi rostro se vuelvan conocidos, compartir más de mí con el mundo, no encerrarme tanto. Conseguir contactos, concretar colaboraciones. Atreverme. Dejar de pensar hasta el punto en que mis pensamientos pesen más que mis acciones…
Es evidente que todavía tengo mucho trabajo por delante, y voy, como quien dice, sin prisa pero sin pausa, en el camino directo a llevar a cabo todo lo que me he propuesto. No sé si algún día cumpliré con todo, pero sí quiero vivir la experiencia de hacer lo que esté a mi alcance para conseguirlo. Porque son tantas las cosas que me gustaría recordar, que no quiero sentir que pierdo el tiempo yendo por las ramas o en distracciones que se roban mi atención.
Al respecto, dejo la siguiente transcripción de mi libreta:
Obviamente también me gustaría ver que no desperdicié tiempo en banalidades, que supe trabajar por hacer realidad mis sueños, que pude convertirme en un escritor que por fin se hizo conocido en su propio país, y que ahora viaja por distintas ciudades y países presentando sus libros, firmando miles de ejemplares al día. Quisiera ver todos los paisajes, todos los lugares en los que estuve en mis distintas giras internacionales, sonreír con emoción y nostalgia al recordar al Heber de veintisiete años que soy y pensar algo como: «Sé paciente. Dejarás de desear morirte pronto y pasarás a disfrutar y ser feliz con la vida que tienes. Tus expectativas fueron superadas. Viviste la vida que merecías vivir pero, sobre todo, la que luchaste por construir». Me gustaría poder recordar todos los momentos dolorosos que viví y cómo pude convertir cada experiencia en arte. Saber que, aunque lo intenté, nunca pude ceder por completo a la oscuridad, ya no sólo porque reconocí y acepté mi naturaleza benevolente, sino también porque encontré a alguien que me inspiró a seguir creyendo en el amor, la vida y los valores.
Sin más, termino esta carta aquí por hoy.
Si leíste hasta acá: muchas gracias. Déjame saberlo respondiendo, en un comentario, a la siguiente pregunta:
¿Y a ti qué recuerdos te gustaría ver cuando tengas ochenta y cinco años?
Nos leemos en la siguiente carta.
Con cariño: