La extraño. Todo lo que voy a escribir aquí puede reducirse a esa simple pero profunda expresión: la extraño. ¿Cómo una mujer puede caber en dos palabras? Supongo que la nostalgia ayuda; quiero decir, la nostalgia es como una segunda piel, que recubre su esencia y la convierte en un objeto etéreo que se adhiere a la memoria como un matiz, porque de pronto ella aparece en mi rutina: leo un libro y las letras se desprenden del papel en muescas de tinta que forman su nombre; despego la mirada del libro y la veo en todas partes; las canciones, incluso, aunque no tengan que ver con amor, me la recuerdan. Es sumamente peligroso cuando una mujer se convierte en una esencia sensorial, porque comienza a despertar sentidos, sueños, anhelos, que el alma ya no puede distinguir como ajenos, y se los apropia hasta consumirse si uno no hace nada por hacerlos realidad.
Será por eso que últimamente siento que esta nostalgia se ha convertido en una necesidad también, porque es obvio que la realidad sin ella me parece incompleta. He llenado huecos en mi rutina con actividades, como siempre, a solas, pero todavía está esa sensación de tener un eterno pendiente, unas palabras que faltan, una voz que no se olvida. Aún me late el corazón del modo en que sólo ella lograba; sin duda, llegó a ser directora de la banda sonora de mi órgano vital.
Su ausencia reina en esta realidad sin ella, su sola existencia todavía templa las cuerdas de mi ánimo. Es encantador ese poder suyo, pero al mismo tiempo me asusta: no hay nada que me haga sentir tan vulnerable como el saber que mis sensaciones no me pertenecen, en el sentido de que no puedo controlarlas, sino que se despiertan de pronto por ella, a cualquier hora, en cualquier circunstancia. Basta una chispa para encender el combustible: el ritmo embriagador de una canción, o un simple suspiro. Ella aparece y lo abarca todo, incluyéndome, porque al mirarme al espejo me siento como una extensión de lo que dejó su ausencia: todo lo que soy es un efecto colateral de haberla querido.
Y el tiempo sólo se ha encargado de hacer más evidente mi necesidad de pensarla, de tenerla presente. Todavía no sé traducir mis emociones cuando la recuerdo, aún me saben a misterio los sentimientos que despierta, sólo sé que puede resumirse en dos palabras, a pesar de abarcar la totalidad de mi vida: la extraño. No tengo más explicaciones.