Escuchar mis audios casi siempre me ha causado un efecto de rechazo, como si algo en mí dijera: «sé que ese soy yo, pero no me reconozco». Por suerte no me pasa lo mismo con releerme. Una vez escribí: me gusta la poesía porque es el único espejo donde mis complejos no existen. Y es que yo soy de esas personas que escriben mejor de lo que hablan, quizá por eso me gusta tanto escribir, y soy tan callado en persona.
El punto es que se me ha ocurrido que, así como suelo compartir fragmentos de mis textos en Facebook e Instagram, podría hacer una recopilación de mis fragmentos favoritos del 2023, como una forma de conmemorar que el 7 de mayo de aquel año hice mi primera publicación en Substack.
Fragmento 1
Como no podía ser de otra forma, comienzo con aquella carta entrañable a mi querida Nadie, una carta que pretendía ser una más de tantas, pero que resultó ser de las últimas.
Un nuevo tropiezo
Es un tanto caótico, me doy cuenta, querida Nadie, esto de las relaciones. Debe ser por la época, ¿sabes? Es una moda extendida y algo inconsciente el hecho de no admitir responsabilidades o compromisos, siempre por miedo, siempre poniendo como excusa un pasado al que somos incapaces de renunciar por completo. Me incomoda que se haya normalizado el estar con alguien sin quererlo del todo. Que la gente ya no se entregue, que se encasille en prejuicios, que piense que es sano guardarse las palabras, evitar mostrar los sentimientos a flor de piel, unirse por ciertas conveniencias que nada tienen que ver con el «para siempre». Todos se encasillan en este juego absurdo de ver quién habla primero, ese juego en el que pierde aquel que demuestra, aquel que ama, aquel que está al pendiente, aquel que pone atención, aquel que se muestra vulnerable. Pierde aquel que abraza su humanidad. Quiero pensar que es culpa de las heridas que cargan —que cargamos—: en lugar de multiplicar el amor, han crecido el miedo y la desconfianza. Nadie abraza sin estar a la defensiva, nadie se esfuerza porque, a fin de cuentas, «nada es para siempre». Nadie admite que en el fondo necesita volver a creer, volver a ilusionarse, olvidar ciertos traumas y recuperar esa fe en todo lo bueno que todavía existe en el mundo.
Fragmento 2
Aquel año publiqué un texto erótico que, aunque tuve la intención de continuarlo con una segunda parte, al final desistí porque me di cuenta de que el encanto, muchas veces, se encuentra en el misterio. Aquí mi fragmento favorito:
Mi poesía
En mi mente se enciende un fuego, en mi alma descubro un anhelo, tan pasional y ardiente como hoguera en invierno. La oscuridad se ha ido y los bordes del nuevo escenario se reducen a las curvas de tu cuerpo, despojado de toda prenda: ahora mismo eres todo lo que existe. Te vislumbro cubierta por pétalos, que apenas cubren tus encantos. Me miras, embelesada: también te arde un anhelo en el alma. Es un anhelo que duele, pero que no por ello es peligroso, no; es un anhelo silente, que acecha y se apodera de los sentidos hasta volcarnos en ese tobogán de pulsiones para el que no hay retorno. La caída es un descender placentero al que nos entregamos de forma voluntaria, y nos rendimos, conscientes de que en el fondo siempre quisimos entregarnos de ese modo. Así te veo, así te percibo. Tu respiración lenta, haciendo bajar y subir la gloria de tu pecho, mientras los pétalos que cubrían tus cimas van resbalando poco a poco, dejando tras de sí el rastro de tu piel desnuda. Ahora brillas más que nunca, y sonríes triunfante, ladina.
Fragmento 3
Uno de mis temas más recurrentes es la soledad. Y en este texto reflexiono sobre ella desde la perspectiva de alguien que percibe la soledad como fruto de la fugacidad de las personas que llegan a su vida. Escribí este texto en agosto del 2022. Por entonces todavía estaba resentido con los cambios y con el hecho de que nada dure para siempre. Fue uno de esos textos tan personales que dudaba si compartirlo o no, hasta que por fin lo publiqué, aunque varios meses después.
Caminar en solitario
Son inevitables también las cuestiones. No dejo de preguntarme qué es lo que me falta, a qué le tengo miedo —si es que lo tengo—, por qué me esfuerzo en reprimir lo que siento, por qué no me permito sentir como antes, cuando era más iluso, más valiente o más débil. Tal vez —me digo—, tener el alma rota valga la pena más que tenerla vacía, un camino inconcluso adorne el paisaje mejor que un desierto. Porque sólo veo eso: planes dejados a la mitad, proyectos iniciados y no concretados. No soy un coleccionista de buena fortuna, la suerte nunca visitó mis lares, y cada oportunidad en que me terminé enamorando se convirtió en un eslabón más de la cadena que me ata a lo imposible. Estos grilletes son más fuertes, porque la confianza, una vez rota, pesa el doble, sólo que en forma de remordimiento y desvelos que se llevan toda mi energía.
Fragmento 4
En este texto reflexiono acerca de una soledad que, por otro lado, me significa libertad. Para entonces ya me llevaba mejor con la soledad y no la veía como una enemiga, sino más bien como una aliada, tal como la veo hasta ahora. El texto anterior y este tienen puntos de vista completamente diferentes, de un extremo a otro; pasé de odiar la soledad hasta no querer cambiarla por nada.
Sobre la soledad y la libertad
En mi caso, son ya varios años los que mi soltería se ha prolongado, será por eso que he aprendido a administrar mi soledad de tal modo que la idea de iniciar una relación ni se me pasa por la cabeza. En lugar de eso, han crecido la cantidad de proyectos, y mi más grande objetivo es construir a ese hombre que quiero ser por el resto de mi vida. Un hombre capaz de gobernar sus impulsos, que tenga muy claro su orden de prioridades, que lleve una vida honrada y orientada a cumplir principios nobles, siempre que sea posible hacerlo en un mundo cada vez más enfermo. Quiero ser un hombre que sepa resolver problemas complejos, un hombre seguro de sí mismo, un hombre que no envejece en vano: que está lleno de experiencias que compartir, lecciones que dar, consejos oportunos que ofrecer.
Fragmento 5
Recientemente me he sumergido en la creación de un universo literario, con sus propias ciudades, su propia herencia cultural y todo lo que implica un proyecto tan grande. Pero ya desde antes tenía preparados algunos detalles. Uno de ellos, una ciudad llamada Harpe, desde donde un enamorado escribe esta carta a aquella mujer que, ahora, vive tan sólo en sus recuerdos.
Carta perdida en la ciudad de Harpe
Mis memorias de Harpe te tienen como protagonista porque es tu rostro el mismo rostro que recuerdo de esta ciudad. Siempre perdido en sus innumerables callejones, pasadizos que dirigían a todas partes y a ninguna. Los inviernos despiadados, los veranos infernales, los otoños tan solitarios, las primaveras tan coloridas. Todo me recuerda a ti: los árboles deshojados, los cafés a los que siempre quise invitarte si tan sólo hubiese tenido un céntimo en el bolsillo. Me recuerdan a ti las canciones de aquel teatro, cuyos ecos resonaban estridentes, y que llegaban hasta mi habitación mientras vislumbraba los tejados de una Harpe nocturna a través de la ventana. Los sueños que tuve para ti, han de ser para ti eternamente, querida Edilie. Los planes en los que te incluí, las cartas llenas de confesiones que jamás te entregué, los libros a medio terminar, los poemas en hojas que terminé echando a la hoguera, todo será tuyo para siempre, porque perteneces a mi memoria, enjaulada y libre al mismo tiempo, pues ahí, en ese compartimento de recuerdos, continúas moviéndote a tus anchas, convirtiendo a mi mente en tantas ciudades y poniéndoles tu rostro a todas ellas.
Fragmento 6
Este es el clamor de un poeta que le escribe a las posibilidades que se fueron.
Con ella, por ella, para ella
Si ella me hubiese querido, si se hubiese quedado, si me hubiese dado la oportunidad de demostrar que soy un hombre con algo más que palabras para entregar, le habría hecho creer en las historias sempiternas, me habría encargado de convencerla de que hay universos que caben en una mirada, que no toda la poesía está escrita, que hay que descubrirla en los momentos más simples, en los detalles aparentemente superfluos, que estamos hechos de algo más que partículas, que somos también forjadores de recuerdos, instantes que suceden y se pierden para siempre.
Fragmento 7
Una vez me pregunté. ¿Cómo puedo expresar que extraño a alguien, además de decir que la extraño? Así que tuve que convertir a la nostalgia en palabras, y este texto fue el resultado.
Sin más explicaciones
Su ausencia reina en esta realidad sin ella, su sola existencia todavía templa las cuerdas de mi ánimo. Es encantador ese poder suyo, pero al mismo tiempo me asusta: no hay nada que me haga sentir tan vulnerable como el saber que mis sensaciones no me pertenecen, en el sentido de que no puedo controlarlas, sino que se despiertan de pronto por ella, a cualquier hora, en cualquier circunstancia. Basta una chispa para encender el combustible: el ritmo embriagador de una canción, o un simple suspiro. Ella aparece y lo abarca todo, incluyéndome, porque al mirarme al espejo me siento como una extensión de lo que dejó su ausencia: todo lo que soy es un efecto colateral de haberla querido.
Fragmento 8
Esta es una historia que me venía rondando la cabeza hacía tiempo. El intercambio de palabras de dos hombres, uno con experiencia y otro que apenas está aprendiendo a vivir. Aunque son personajes tan distintos a mí, lo cierto es que me reconozco en cada palabra que dicen. Escribir ficción es también, en ese sentido, un diálogo interno.
Conversación en el bar
—Porque eso es lo que uno piensa en primera instancia, que los golpes son los que a uno le moldean el carácter, y le permiten controlar los sentimientos.
—¿Y no es así?
Alex se encogió de hombros.
—Últimamente he pensado que esa segunda piel es formada por los sentimientos que uno reprime al recibir los golpes, no por los golpes en sí. Que la capa que ahora me protege es el resultado del dolor, sí, pero no de un dolor provocado por ataques externos, sino internos; que los golpes siempre los he estado recibiendo desde dentro. Supongo que ese es un efecto colateral de tener el alma atormentada.
Fragmento 9
Aunque ahora he encontrado cierto equilibrio entre pragmatismo y estoicismo, lo cierto es que por entonces priorizaba a uno de ellos, sobre todo luego de experimentar una de esas rupturas que no se esperan, pero para la que uno siempre debe estar preparado. En este texto reflexiono acerca de la actitud pragmática que tomé cuando esa persona quiso regresar a mi vida, luego de haberme dado razones de sobra para irme de la suya.
Una actitud pragmática
El hecho de ver a alguien salir de nuestra vida, cuando nos abandona, es una tragedia que puede afectarnos a nivel emocional y físico; pero también el hecho de sacar a alguien de nuestra vida nos afecta. El marcharnos aunque no queramos, el alejarnos sin planearlo. Es desprenderse de una parte de nuestra alma, arrancarnos de dentro esa esencia suya que ya comenzaba a ser también nuestra, y sentir que en ese acto de aparente desprecio se va también parte de nosotros. Porque el dolor que viene después, cuando esa persona intenta regresar pidiendo una segunda oportunidad, provoca una lucha interna, y la determinación firme de no dársela es también negarnos a nosotros mismos el volver con ella. Su dolor se convierte en nuestro dolor, su desesperación la sentimos también nosotros. Porque en el fondo la seguimos queriendo y anhelamos decir que sí, que todo está olvidado, pero si algo me ha enseñado la experiencia es que el respeto, una vez que se pierde, jamás se recupera, y la segunda oportunidad es sólo el inicio de una espiral que tendrá el mismo desenlace. La historia nunca será igual aunque tenga los mismos protagonistas. Nunca.
Fragmento 10
Este es un texto de aquellos pasionales, con lluvia incluida, en el que pretendo reflejar esa profunda devoción que inspira la mujer que se ama. La voz de un hombre que se convierte en poeta sólo para ella.
En la lluvia
Eres literatura prohibida, seductora, una carta de amor a la belleza que impregna el alma de admiración y envidia. Eres musa, y tu mayor mérito es que no sólo inspiras arte, no sólo das ganas de convertirte en poesía; tú inspiras la vida, inspiras el anhelo, la intensidad que provoca que las almas se incendien. Das ganas de vivirte, de conocerte, de descifrarte como si estuvieses escrita en braille, con las manos y la mente, con la seducción de un susurro que nos despoja de nuestra conciencia por un instante que se vuelve infinito. Das ganas de viajarte, de turistear por tus caminos llanos y curvilíneos. Das ganas de hacerte feliz, de despertar tus sueños, de encender tus ilusiones, de demostrarte que tu existencia no es una mera casualidad en el caos que gobierna el orden de los hechos. Das ganas de conocerte tan de cerca, de una forma tan íntima, que entre tú y yo apenas medie el kilometraje de una complicidad compartida. Das ganas de hacerte ver la vida por su lado más amable, despiertas ese instinto de cuidarte, de protegerte, para que el mundo no pueda hacerte daño y no te encuentres con el lado más cruel que aún existe entre las calles pero, sobre todo, en el alma de la gente.
Fragmento 11
Esta carta es especial. No pretendo añadir más.
Tres años, dos meses y un día
Sin importar si te lo mereciste o no, he comprendido que a veces uno ama no para corresponder un mérito ajeno, sino por el simple hecho de que necesita hacerlo: entregarse aunque la otra persona no lo pida, aunque no lo quiera, aunque no lo merezca. Hay necesidad en eso, porque el alma ansía sentir la experiencia de ser vulnerable, de arriesgarse y convertirse en blanco de mil dardos, con la esperanza de recibir, a último momento, un abrazo que aprecie la nobleza que entrega y que le haga confiar en ese gesto de correspondencia, porque en el fondo anhela sentirse cuidada. Y por eso me entregué de esa forma. De mí tuviste todo lo que podía entregarte: mi intencionalidad, mi inspiración, mis sueños, y nada de eso ha vuelto a replicarse.
Fragmento 12
Este es de aquellos textos que escribí cuando estaba enamorado. Tras revisarlo tiempo después, no puedo evitar pensar en la ingenuidad que se esconde siempre en cada una de aquellas expresiones.
Ilusión de porcelana
Ojalá, querida, ojalá supieras lo mucho que has salvado en mi vida, lo que significas ahora que estás en ella. Incluso para un escritor las palabras a veces resultan insuficientes, por eso todavía me permito creer, aunque parezca ingenuo, no me importa. Me permito creer en ese «algún día», como si la magia hace tiempo no se hubiese reducido a ser un anhelo perdido, un recurso de última hora de aquellos que eligen creer en cualquier cosa antes que enfrentarse a una realidad que les supera. Porque sé que estás distante, pero también que no eres inexistente. Sé que sonríes, aunque no pueda verte. Sé que eres real, sé que hay calles que te reciben, que hay paisajes que tienen el privilegio de contemplarte.
Fragmento 13
Este relato es ficción, como todas las historias hermosas que he escrito. Lo protagoniza una chica que resultó existir mejor en mi memoria que en mi realidad.
Sheyla en Huanchaco
Mientras hablábamos aquella noche, con una pincelada de estrellas que nos sonreían desde lo alto, apenas enmascaradas por las nubes salpicadas de plata por el resplandor de la luna, me di cuenta de que aquel instante no iba a volver nunca, y del modo en que uno se descubre consciente en un sueño, deseé en el fondo que aquel amanecer tan esperado no llegara. Sólo quería contemplar con detalle su imagen a la luz de la luna, grabar la melodía de su voz hablándome de tantas cosas que apenas alcanzaba a colegir, pero que aun así no quería que dejara de hacerlo, porque nada me gustaba más que escucharla, con sus ojos brillantes, sus labios rojos gesticulando cada expresión como si pintara las palabras al vuelo, como si supiera que la observaba con el propósito de hacerla eterna en mi memoria.
Fragmento 14
Cuando uno se enamora, corre el riesgo de inmortalizar a quien no debe. Y aunque la historia no cumpla expectativas, siempre deja tras de sí un arte que hace que todo lo vivido —y lo que no— haya valido la pena.
Deseo recíproco
Eres musa, señorita. Musa de suspiros, musa de miradas furtivas, musa de sueños que se evaporan al primer contacto con el resplandor de la mañana. Eres también musa de recuerdos, porque aunque nunca nadie te haya tenido, sé que más de uno pasa los días recordando ese pasado a tu lado que nunca existió, como un préstamo pagado por adelantado. Eso, al menos, es lo que ocurre conmigo. No recuerdo este lugar antes de ti. Yo comencé a ser consciente de lo hermosa que es la vida justo en el instante de saber de tu maravillosa existencia.
Estos catorce fragmentos conforman los textos inéditos que publiqué durante el 2023. Tres de ellos, curiosamente, dejaron de ser inéditos, y de eso hablo aquí.
Huelga decir que cada uno de estos textos es mejor leerlos completos, por lo que he incluido el enlace respectivo bajo los fragmentos.
Si veo que este artículo recibe una buena acogida, tal vez prepare otro con los textos del 2024.
Me he dado cuenta de que mi actividad en Substack se detiene a finales de año, más que nada en noviembre, y se reanuda, en el caso del 2024, hasta julio; y en el caso del 2025, en febrero. Confío en que eso no ocurra este año. Me siento cada vez más cercano a Substack y pretendo continuar activo. Antes publicaba un texto inédito cada quince días; ahora, lo hago cada domingo. Como mencioné en redes, creo que es una racha histórica. Después de años de bloqueo creativo, por fin vuelvo a escribir con más frecuencia. Y todavía hay mucho —pero mucho— por escribir y compartir.
Muchas gracias por leer hasta aquí.
Con cariño:
Racha 🤓‼️