—Entonces me quedé con la enfermera Lili. Me llevó a pasear por todo el hospital y me regaló unas pastillas de colores que se llaman vitaminas.
El árbol lo escuchaba como siempre, considerando todos los detalles de cuanto el niño le relataba.
—¡En el hospital tienen jardines enormes, Miguelito! Están llenos de flores y rosas bonitas.
El árbol le preguntó si acaso había traído alguna consigo.
Daniel suspiró de tristeza.
—No. No pude. Lili no me dejó y además mis padres se iban a enojar.
El árbol le preguntó quién era Lili.
—La enfermera, Miguelito. Se llama Liliana Alva. También es bonita, pero no tanto como la señorita Mariana.
Miguelito le recordó que debía terminar con su tarea.
—Ya la hice toda, de verdad.
Entonces el árbol le recordó el poema.
—¡Es cierto! Ya casi está listo. Voy a traerlo.
Daniel se apresuró a entrar a su casa para buscar el cuaderno en el que había escrito su poema.
Continúa leyendo con una prueba gratuita de 7 días
Suscríbete a Hache de silencio para seguir leyendo este post y obtener 7 días de acceso gratis al archivo completo de posts.