Fuera de las observaciones de la señorita Mariana, lo cierto era que los padres de Daniel hacía semanas que se encontraban preocupados por su hijo. Sus notas disminuían al mismo tiempo que sus ánimos para socializar con sus amigos del barrio. Daniel pasaba más tiempo solo, y en los últimos días había tenido dolores de cabeza constantes. «Es por tanto leer», pensó el señor Rafael.
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