Un mediodía de domingo y vientos frescos, Rafael se aproximó a la librería e ingresó.
—Benditos sean los ojos —entonó don Raimundo al verlo—. No contento con colarse en la familia, ahora me roba usted a mi sobrina.
Rafael sonrió y don Terra le envolvió con un abrazo de esos a los que ya lo tenía acostumbrado.
—Tiene buen aspecto, joven Rafael.
—No mejor que…
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