Llueve. El agua es un océano que se desprende en una balacera de gotas perladas. El cielo ha perdido su habitual traje de sol y viento fresco, y ahora el bochorno aumenta su intensidad en esta tarde gris que nos trae de vuelta los recuerdos. Porque sí, en medio de este aguacero, te recuerdo.
Pienso en ti y me pareces escapada de un relato zafoniano, llena de encanto y sombras, de luces que sólo pueden ser percibidas por un romántico o alguien que sepa ver más allá de las apariencias. Pienso en ti como si estuviese en una película, con escenas cuyos fotogramas lucen juegos de sombras, adivinando tus relieves recortados sobre un horizonte de calles interminables sembradas de edificios. Estás entre la gente, entre la niebla que inunda los callejones, y no pasas desapercibida, porque eres una extensión de esta ciudad, como si su belleza tan candente y triste a un tiempo hubiese tomado las formas de ese conjunto curvilíneo que posees en tu preciosa anatomía. De ese modo pienso en ti, porque encierras en tu piel los suspiros de todas las veces que soñé con una manera distinta de hacer arte. Porque aunque el poema me pertenezca, la poesía siempre has sido tú.
Eres literatura prohibida, seductora, una carta de amor a la belleza que impregna el alma de admiración y envidia. Eres musa, y tu mayor mérito es que no sólo inspiras arte, no sólo das ganas de convertirte en poesía; tú inspiras la vida, inspiras el anhelo, la intensidad que provoca que las almas se incendien. Das ganas de vivirte, de conocerte, de descifrarte como si estuvieses escrita en braille, con las manos y la mente, con la seducción de un susurro que nos despoja de nuestra conciencia por un instante que se vuelve infinito. Das ganas de viajarte, de turistear por tus caminos llanos y curvilíneos. Das ganas de hacerte feliz, de despertar tus sueños, de encender tus ilusiones, de demostrarte que tu existencia no es una mera casualidad en el caos que gobierna el orden de los hechos. Das ganas de conocerte tan de cerca, de una forma tan íntima, que entre tú y yo apenas medie el kilometraje de una complicidad compartida. Das ganas de hacerte ver la vida por su lado más amable, despiertas ese instinto de cuidarte, de protegerte, para que el mundo no pueda hacerte daño y no te encuentres con el lado más cruel que aún existe entre las calles pero, sobre todo, en el alma de la gente.
Te veo así, en esta noche de tormenta: mientras los relámpagos rugen, mientras los truenos retumban en las paredes, tu voz se oye como un bálsamo que acaricia el alma. Y la gente, aunque no te conozca, guarda tu nombre en el fondo de su ser, porque ellos alguna vez también soñaron con escapar de aquí algún día, con que llegue ese mañana tan ansiado en que nada vuelva a ser como hoy, ni como ningún tiempo antes de ti. Porque contigo ninguna tormenta es suficiente para arrebatarles la paz a los momentos, porque a tu lado incluso las lluvias más oscuras inspiran los deseos más felices. Nunca te he tenido tan cerca como para comprobarlo, pero no me hace falta, si tus palabras y tu hermosa personalidad me hacen comprender que estás siempre a varios niveles por encima de este caos citadino.
Observo a través de la ventana cómo se enciende la cúpula del cielo con los flashes relampagueantes: un inmenso panorama de desolación y pérdida. Y ahí, en esa aura de desesperanza, al amparo de mi mente y estas palabras que se van formando casi de forma automática con el teclado, aguardo la esperanza de verte un día para darte las gracias, y entregarte algo más que un poema que te vista de palabras; tal vez una caricia que te reinicie las sensaciones más delicadas, tal vez una mirada que te estudie el alma, tal vez una sonrisa que corresponda la tuya, tal vez un beso que te haga olvidar del mundo y de que hubo un día en que también estuviste a punto de rendirte.
Son anhelos de un hombre en cuyo interior a duras penas arden brasas débiles de emociones, un hombre al que le enseñaste que la vida todavía merece ser luchada, un hombre al que le comenzaron a sobrar las ganas de ser feliz desde que tuvo la fortuna de haberte conocido.
Me encanta, simplemente espectacular. : )
Esto es relatar con el alma.