Carta 8. Léeme como si leyeras un libro
Con una taza de café y música de fondo, si gustas
Querido lector:
¿Cómo disfrutas de un buen libro?
Nada está dicho con respecto a disfrutar de un pasatiempo, pues, si algo bueno tiene es precisamente la libertad de elegir cuándo, cómo y con quién disfrutarlo. Es de esas pocas ocasiones en las que uno tiene la potestad absoluta de poner las reglas que quiera. En el caso de la lectura, es bien sabido que necesita de un espacio propio en todos los sentidos: un lugar sin mucha interferencia de ruido, sin distracciones visuales y, sobre todo, que resulte cómodo, ya que, si nos disponemos a leer un buen libro, nos exigirá horas de nuestra vida. Horas que, dicho sea de paso, merecen ser bien invertidas.
¿Cómo lees un libro?
Yo, al menos, me aseguro de crear un ambiente tranquilo y en soledad. Normalmente no coloco música —lo que resulta cuanto menos curioso, porque no puedo vivir sin música—, e incluso activo el modo avión en el móvil para evitar distraerme con notificaciones de ningún tipo.
Lo placentero de esta actividad es el poder disfrutar de un tiempo que transcurre sin prisa. Acostumbrado como estoy al contenido breve, al consumismo digital, leer un libro es para mí un escape, un encuentro con aquella razón inicial por la que empecé a leer libros: para acceder a otros mundos, explorar distintas formas de pensamiento, y obtener una pizca de sabiduría de los grandes autores. Leer exige concentración y la concentración exige paciencia, calma, esa sobriedad que hoy en día es casi inexistente por el constante ruido al que estamos expuestos en las redes sociales. Leer también —al menos ahora— es un acto de autocontrol, al predisponer nuestra atención en las páginas y renunciar al impulso casi inconsciente de revisar el celular cada treinta segundos.
Dicho en otras palabras, leer un buen libro es renunciar a la prisa, y se vuelve aún más placentero renunciar a ella cuando encontramos algo que valga la pena ser leído.
Aunque suene mal que lo diga, me gusta creer que mi esfuerzo por ofrecerte textos que, en lo posible, estén bien escritos, ha valido la pena, y que he sabido corresponder el tiempo que has dedicado a leerme. Desde los quince años lo que he querido lograr con la escritura es transmitir a otros aquello que los escritores que leí me transmitieron a mí: admiración, deslumbramiento. Pero, además, creo que leer tiene un valor más allá de un ejercicio intelectual. Leer es permitirle a alguien más tocar nuestra alma, es un encuentro con un tipo de magia que no sabíamos que existía pero de la que, una vez que la conocemos, no queremos desprendernos. Leer es placentero, es sano, es necesario.
Por eso escribo estas palabras, para hacerte una humilde petición, querido lector: léeme. Pero no me leas como leerías una frase al azar en internet. Léeme con calma, sin prisa, como si acariciaras cada palabra con la mirada. Predispón un espacio, un tiempo, y permíteles a mis letras sumergirte en mi mundo, en los mundos que habito. Deja que te muestre mis sentimientos, mi forma de ver la vida, las ficciones que reinan y adornan aquella realidad de la que intento escapar todos los días. Acompáñame, prometo no ser una carga. No te pediré consejos, ni rutas que seguir. No quiero darte esa responsabilidad. Sólo necesito que abraces mis cartas, mis relatos, y me hagas saber que no estoy escribiéndole al vacío. Léeme como si leyeras un libro. No te exijo el trato que le darías a tu libro favorito, sino a un libro simple de bolsillo que, como cualquiera, merece la oportunidad de ser salvado, aunque sea una vez, del destino cruel de criar polvo en el rincón de una biblioteca. No dejes que el olvido termine por sepultar mis palabras. Hazme un espacio en tu vida. Sólo pon el lugar y el momento, yo me encargaré de lo demás.
Aunque otros escritores tengan reparo en admitirlo, yo me debo a mis lectores, a personas como tú. Y escribo para ti, para que puedas vislumbrar en primera persona toda la belleza en la que puede transformarse la vorágine de destellos y sombras que cohabitan en un alma herida y cansada. No soy el mejor del mundo, pero soy mejor que yo mismo hace algún tiempo, y es que estoy en esa constante: leo más, practico más, escribo y reescribo con frecuencia para que siempre que abras el libro de mi alma me encuentres más curtido. Tal vez igual de ingenuo, pero con un poco más de experiencia.
Por eso te pido: léeme, como si emprendieras un viaje.
No prometo un destino inolvidable, pero por lo menos no te faltarán las buenas vistas.
Con cariño:
Gracias por entregarnos sus letras y, con ellas, su corazón.
Hermosa su invitación a adentrarnos así a su mundo.
Hoy día, la vida nos impone sus prisas y es un lujo del más alto costo
pode leer así, como usted invita. Pero intentaremos.
Mientras le leía venía a mi mente esta excelente conferencia
acerca del valor de la lectura y lo que proporciona y significa.
Resumo un poco pero le dejo el enlace para que la disfrute
en su plenitud.
"La tesis es que, más que el saber que un libro nos deja como sedimento, es el esfuerzo de la lectura, el esfuerzo de la mente y del corazón por apropiarse de lo que el libro puede ofrecer".
"Ése esfuerzo es el que nos mejora y no, el haberse apropiado de unos conocimientos que en libro estaban".
Creo que es a ese "esfuerzo" al que usted nos convida.
https://youtu.be/JaQ3zgDWejo?si=rC3Yvm26DmN9XpBL