Carta 13. El día que di mi primer beso (que me lo dieron, mejor dicho)
Para bien o para mal, no hay ficción en este relato
Nunca había contado esta historia antes más que a mis mejores amigos. Es curioso porque la idea de un primer beso, en un plano romántico, siempre se idealiza con una persona especial, en un momento especial, etc.
Pero mi primer beso lo di cuando no tenía ninguna idea de los escenarios amorosos adecuados. Es más, cuando ni siquiera tenía idea de lo que era el amor ni el romance. Tenía seis años y mi primer beso me lo dio una prima mía de ocho años.
Vivíamos en casa de mi abuelo, que se caracterizaba por ser bastante grande. Abarcaba ambas calles de una cuadra, de extremo a extremo. Uno podía entrar por una calle y salir por otra, algo que nunca he vuelto a experimentar en mi vida desde que nos mudamos de ahí.
En fin. Por entonces muchos familiares por línea paterna venían a visitar a mi abuelo, y un día llegó una tía con sus hijos, un niño de mi edad y una niña de ocho años, mayor que nosotros. No recuerdo el nombre del niño, pero sí recuerdo que a ella le decían «la nena». Desde que llegaron yo los vi con cierta reserva, ya que, a diferencia de nosotros (con «nosotros» me refiero a mis hermanos y a mí), el comportamiento de esos niños era un tanto más espabilado y resuelto. Yo, tímido y callado, como siempre, me mantenía distante hasta que poco a poco fui entrando en confianza y comenzamos a pasar buenas horas del día jugando juntos.
Fue en una de esas tardes, cuando jugábamos a las escondidas, que seguí a la nena hasta una de las tantas habitaciones de la casa para escondernos. Convenientemente, la habitación estaba vacía y estuvimos a solas, lejos de la mirada de los adultos y, sobre todo, de su hermano, que era el que se había quedado contando y tenía que buscarnos luego. Como no podía ser de otro modo, fue ella la que tomó la iniciativa, y me pidió que la besara. Yo, tímido, simplemente me quedé quieto, mirándola, y sintiendo cómo me palpitaban las sienes por los nervios.
Ella se acercó y posó sus labios en los míos, sin darme tiempo a reaccionar. Yo, como guiado por un instinto, simplemente abrí levemente la boca para recibir sus labios. No recuerdo si ese beso incluyó el clásico lengüetazo, pero lo cierto es que durante esos breves segundos, vi cómo ella cerraba los ojos (algo que yo no me atreví a hacer, por lo nervioso que me sentía), embelesada en ese acto que por entonces me parecía prohibido, mientras yo sentía mi riego sanguíneo concentrándose en mis partes bajas. Como no sabía qué otra cosa más hacer, la tomé por la cintura con una mano y, con la otra, toqué su vientre hasta bajar hasta su entrepierna. Ella, con los ojos cerrados, emitió un gemido y susurró: «tócame», guiando mi mano por sus caderas, sus nalgas. Era la primera vez que tocaba a una mujer. O bueno, a una niña, claro.
La magia se acabó cuando oímos unos pasos y luego, la puerta se abrió. Mi abuelo había entrado, pero para entonces la nena y yo nos habíamos separado y simplemente nos quedamos mirándolo, sonriendo ante su ignorancia de la travesura que acabábamos de hacer. Luego seguimos con el juego, ya que su hermano había terminado de contar y había ido en busca de nosotros.
Nunca volvió a ocurrir eso. Ella y yo no nos quedamos a solas de nuevo, y tuve que pasar varios días intentando acallar ese anhelo prohibido de que sucediera. Pero, para bien o para mal, no ocurrió, y, el resto de días que mi tía se quedó en la casa, los pasamos como si nada.
Tampoco volví a verlos. A casi toda la familia por parte de mi padre la vi sólo una vez en mi vida, y ya ni siquiera puedo recordar sus rostros.
Pero bueno, esa es la historia de mi primer beso. Me acuerdo de eso más de lo que recuerdo las clases de Matemática que recibí en toda mi secundaria.
¿Cómo fue el primer beso de ustedes? ¿Fue bonito, cursi, o también algo raro e inesperado como el mío? 😆
Me encantaría leer sus historias.